Estamos en clase de literatura, hoy hay que explicar el Romanticismo, algunos de mis alumnos arrugan el ceño, otros, todavía queda esperanza, imbuidos de entusiasmo narcótico adolescente, se alegran al sentir la caricia soñadora de tan bello movimiento artístico.
Habréis deducido que mis alumnos están en esa edad en que la ecuación Romanticismo igual a Amor es inalterable.
Hay que arriesgarse, así es la literatura, estos son sus efectos, bostezos, sonrisas, confidencias, lágrimas…, este es su fin, expresar los sentimientos del hombre con sus grandezas y sus miserias.
¡Qué desastre cuando comienzo a deshacer su Romanticismo! El amor se torna en imposible, la vida se vuelve muerte, el plácido paisaje en abrupto y el cementerio, tan ajeno a sus vidas, se hace presente en ellas durante una semana, al menos.
¿Cómo salir airosa de esta situación? A unos, hay que sacarlos del aburrimiento, ¿desaburrirlos? A otros, hay que mantenerlos en el amor literario…menos mal que siempre nos quedan Bécquer y sus leyendas, porque al Don Juan pendenciero, queridos lectores, lo han tildado de machista, déspota y algo más, y no hay ninguna Doña Inés capaz de perdonarlo.
Así, vista mi incapacidad para entusiasmar con el D.Juan de Zorrilla, decido mimar el mundo de las leyendas ¡ bendito Bécquer! y como tengo la suerte de trabajar en Cáceres, ciudad de tradición y misterio, los invito a descubrir las leyendas que corren por sus calles, a vestirlas de elementos románticos y a representarlas.
Aquí os dejo su trabajo, es excelente…
Esta vez no he salido mal parada, día a día, clase a clase, iremos sorteando las dificultades. Parece que la literatura todavía tiene un hueco en sus vidas.
Mª Vega de la Peña.
Interacciones con los lectores