Felipe Fernández León.
Director del IES Profesor Hernández-Pacheco
“Sin una enseñanza pública de calidad no hay esperanza de ascenso social para quienes menos tienen, ni de verdadera salud democrática” Antonio Muñoz Molina.
A pesar de que las sucesivas e, incluso, distintas administraciones han proclamado su fe inquebrantable en la autonomía de los centros educativos, ninguna de ellas, por lo menos en nuestra comunidad autónoma, ha tenido el más mínimo empacho en cercenarla repetidamente. Cada circular, cada instrucción, cada decisión, cada acuerdo sindical ha sido bien explícito a ese respecto. Así, expuestos a la intemperie de las relaciones personales, la irrelevancia en las decisiones y los acatamientos debidos, la lucha es tan desigual como improductiva. Cuando no se decide sobre escolarización, presupuesto, obras y personal, la autonomía se reduce a un puro eslogan, que da muy bien en las proclamas y los medios, pero que tiene poco que ver –poco o nada- con aquello que se anuncia. De esta manera, mientras en la mayoría de los países de nuestro entorno se utiliza la autonomía funcional de los centros con convicción y entusiasmo y con el objetivo irrenunciable de mejorar la calidad educativa del alumno, por aquí seguimos pendientes de la próxima reforma legislativa que nos traiga otra Ley Orgánica diferente y, sin embargo, tan parecida a las anteriores. Admitamos, en todo caso, que la autonomía real de los centros tampoco es la solución a todos nuestros problemas, pero sí es cierto que supondría un paso muy importante en la buena dirección; y no solo desde el punto de vista de la calidad educativa, sino también para abandonar esa especie de paternalismo reglamentista que ha usurpado la descentralización educativa. Y sí, serían necesarias otras medidas de gran calado relativas al ingreso en la función pública, la progresiva profesionalización de los equipos directivos y la redefinición de la Inspección educativa; en la linea, por cierto, de lo que ocurre a nuestro alrededor. Estando casi todos de acuerdo en estos pocos asuntos -y los que no lo están es por intereses personales o por puro sectarismo, tan impropio pero tan real- produce sonrojo intelectual que la fuerza anacrónica de los sindicatos -los que todo lo igualan- y la eterna pereza política para el pacto -pactar es ceder, y ceder, y ceder- impidan una y otra vez soluciones tan necesarias. Esto no es una broma. En la Educación, la formación y la cultura de nuestros hijos nos lo jugamos todo: su futuro y el nuestro. Y por si esto fuera poco, ninguna obligación de una sociedad es tan pertinente, tan reivindicable, como la de facilitar educación y cultura a sus ciudadanos. Solo así llega la verdadera igualdad; solo así, cada ciudadano alcanza su verdadera importancia. ¿Y mientras tanto? Mientras tanto, el “Hernández-Pacheco” continuará ofreciendo una enseñanza pública destinada a formar ciudadanos libres e iguales, con las suficientes herramientas para que puedan insertarse en nuestra sociedad con humildad, pero con relevancia. Que en las candidaturas de las próximas elecciones municipales, en distintas fuerzas políticas, figuren varios antiguos alumnos de este centro, es una prueba fehaciente de que algunos objetivos se ven cumplidos: ciudadanía, libertad y participación política como valores esenciales de una democracia.
De esta manera, empeñados en defender la enseñanza pública de calidad, remando contra viento, marea, decisiones injustas y leyendas varias, el “Pacheco” sigue su camino sorteando obstáculos, “desfaciendo” entuertos, aguantando el paso del tiempo con la convicción del que divisa claramente el final del camino cada mes de junio. Con errores, por supuesto, pero con autocrítica y perseverancia, seguros de poder ofrecer a la sociedad ciudadanos formados, solidarios, capaces y con los valores suficientes para desenvolverse en esta sociedad cada día más compleja, cada vez menos abarcable.
Por eso Mansaborá 28 todavía en papel, porque es la frontera entre la modernidad y la melancolía, entre la resistencia a olvidar la tinta y la apuesta más firme posible por la lectura, una de las señas de identidad reconocible del «Hernández-Pacheco». Mansaborá es una publicación escolar diseñada y maquetada en el centro, impresa con papel reciclado excepto para la portada y contraportada, cuyo diseño es consecuencia de un concurso convocado por el departamento de Plástica, y cuyo premio es ser el elegido para abrir y cerrar la revista. Su confección es, por lo tanto, totalmente escolar y expresamente alejada de colorines, estridencias y reportajes ocasionales. En este sentido, tiene un valor apreciable, pero el valor inigualable es el que muestra como cauce de participación de toda la comunidad educativa del instituto.
Si lee Mansaborá 28 detenidamente, encontrará una reseña exhaustiva de las actividades extraescolares y complementarias que se realizan en nuestro centro. Si bien es muy complicado convencer a profesores para que acompañen a los alumnos en los viajes, sobre todo si ello implica dormir fuera de Cáceres; si bien resulta muy decepcionante, aunque ya no sorprendente, la ingratitud indisimulada y arrogante de algunas -afortunadamente pocas- familias para siquiera agradecer el trabajo no obligatorio y no remunerado de los profesores acompañantes, vamos a continuar en el empeño; creemos en ello; y la experiencia nos da la razón. En este sentido, es de justicia reconocer aquí el magnífico trabajo de D. José Mª Fernández en la coordinación de esas actividades, un trabajo intenso pero reconfortante. No obstante, si avanza en la lectura de la revista, encontrará también entrevistas, pasatiempos, colaboraciones literarias, referencias de viajes, noticias sobre las visitas de distintos escritores y un resumen de las Jornadas Culturales “Valeriano Hornero”. En definitiva, si lee usted con detalle, tendrá una idea bastante aproximada, bastante real, de la vida diaria del “Pacheco”.
Finalmente, nos gustaría agradecer el trabajo de todas las personas que han colaborado en este número; muy especialmente el de Dª Vega de la Peña, como directora y coordinadora, y el de D. Javier Valiente a los mandos de la confección y maquetación de la revista con la colaboración estimable de D. Nacho Lobato; y enviar un fundado y sentido abrazo al que comenzó todo esto, D. Julio Lozano.
Y, para terminar, como siempre, les deseamos salud, mucha salud, y una entretenida lectura del número 29 de Mansaborá.